martes, 25 de diciembre de 2012

El luto y la muerte

En cuanto al tema, los victorianos lo manejaban muy bien  al verlo como un acontecimiento grande en su vida, el pasar a descansar y poder ser recibidos en el cielo. El luto al igual que el matrimonio y nacimientos, era una ocasión especial donde su vestimenta, acciones, decoración y proceder se veía modificado; el color negro se tomaba las casas puesto que antes no existían lugares para velar a un muerto, se lo hacía en su propio hogar colocando un lazo negro o una corona negra con cintas de crepe en la puerta de la vivienda del  fallecido, indicando que la familia había sufrido una pérdida. Esto no es como en la actualidad, donde las familias lo mantienen en reserva y sólo allegados conocían lo ocurrido, sino que era de conocimiento público. Además se solía velar al muerto de siete días en adelante, según lo que la familia considerase o el propio difunto en vida haya decidido y comunicado por medio de una carta antes de su deceso. También por lo mínimo no se solía limpiar la casa después de los siete días de muerto, ya que se creía que la persona regresaba a recoger sus pasos y si la casa era limpiada antes de dicho lapso de tiempo, se pensaba que el alma penaba y rondaba por la casa al no poder recogerlos.
El color negro era el que mejor representante de el luto victoriano por que simbolizaba la ausencia de luz. Era un signo inmediatamente reconocible de que un ser querido había pasado a mejor vida. También se sabe que la costumbre de usar negro para el luto viene de los romanos; ya que evitarían que los fantasmas de los muertos los penaran. Cuando alguien moría, todos los miembros del hogar (incluyendo a los sirvientes) adoptaban el luto. Las cortinas se cerraban y los relojes se detenían al momento del fallecimiento. Las carrozas y los caballos que los tiraban eran adornados con plumas de avestruz negras. A veces se contrataban a gente que caminara en el cortejo fúnebre. Cuando se trataba del funeral de un niño, las plumas eran blancas y el ataúd también.  (Raisah, 2010)
Generalmente la persona que enfermaba o sentía próxima su muerte, escribía una carta indicando a sus familiares los preparativos de su funeral y las herencias que dejaba, aunque en su mayoría eran deudas ya que las personas de estrato medio, medio-bajo, prácticamente vivían y trabajaban para poder pagar su funeral. En dichas cartas los individuos solían solicitar cierta cantidad de velas en sus hogares o si fuese el caso en iglesias, aunque este detalle se daba más en América Latina, también la contratación de carrozas, “lloronas” mujeres que no eran parientes sino contratadas para fingir tristeza y dolor. También seleccionaban  su vestimenta y las oraciones que quisieran que fuesen dedicadas a ellos al momento de partir, todo esto se daba en medio de supersticiones creadas en la época.
Supersticiones:
·         No se debía ir a un funeral embarazada.
·         Los espejos se cubrían por que existía la creencia de que el espíritu del difunto quedaba atrapado en él.
·         Si el difunto llevaba una buena vida, florecerían flores en su tumba, por el contrario si había sido malo, sólo maleza crecería.
·         Detener el reloj en la habitación donde ocurrió el fallecimiento o sino traería mala suerte.
·         No usar nada nuevo al funeral, especialmente zapatos.
·         Si llueve sobre el cadáver, el difunto se irá al cielo. (Raisah, 2010)

Otro factor importante en la tasa de mortalidad de niños y recién nacidos fue la ignorancia de la higiene, lo que provocaba que madres muriesen al dar a luz y en la mayoría de casos sus niños fuesen extraídos y tratados de forma brusca.
En cuanto a más curiosidades del luto, al muerto usualmente se le colocaban dos monedas de cobre sobre los párpados para que permanecieran cerrados, dando la impresión que descansaba si así la familia o el difunto lo deseaban. Tradicionalmente en los estratos altos las familias enviaban fotografías del difunto como recuerdo a parientes que no podían asistir al entierro por motivos de enfermedad o porque vivían lejos. Para transportar al muerto, lo solían llevar en carrozas arrastradas por caballos negros si eran adultos, y en el caso de niños caballos blancos; el camino al cementerio era cubierto por paja para que se escuche con más fuerza el paso de la carroza y los allegados y transeúntes pudiesen notar lo que acontecía. Además el cabello humano se volvió una verdadera reliquia y negocio al momento de conservar un recuerdo de la persona fallecida.
Trenzado de luto victoriano, que también se conoce como "trabajo de cabello", es casi un arte perdido en la actualidad. Implica el trenzado del cabello de un difunto querido en pulseras, pendientes y collares usando una tabla de trenzado, una mesa redonda con un agujero en el centro. La manualidad se transformó en un pasatiempo popular y se extendió para incluir imágenes intrincadas de cestas de flores y otras escenas que eran tejidas, tejidas a croché y enrolladas con mechones de pelo seres queridos, a veces el pelo de toda una familia, para mantener una parte de la familia de historia para las generaciones futuras. El trabajo del cabello se inició en Escandinavia, donde los agricultores a menudo tenían que complementar sus ingresos con la venta de artesanías hechas a mano. Los trabajadores de pelo de Suecia a menudo viajaban al extranjero y vendían sus joyas hechas a mano a la gente de otros países europeos. En la Exposición del Palacio de Cristal en 1853, una línea completa de joyería de pelo se mostró, así como un completo conjunto de té hecho de cabello. La joyería del pelo se hizo tan popular que en la década de 1850, los comerciantes viajaron a través de Europa cada primavera para comercio abalorios, cintas y peines para el cabello de las señoritas. (Carson, 2012)

Referencias
Carson, C. (2012). El arte del trenzado victoriano de luto. Obtenido el 24 de diciembre del 2012 de http://www.ehowenespanol.com/arte-del-trenzado-victoriano-luto-info_191760/
Raisah. (2010). Anacrónicos. Obtenido el 24 de diciembre del 2012  de http://anacronicos.foroactivos.net/t244-el-luto-victoriano



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